martes, 8 de octubre de 2013

ESPIRITU DERROTISTA. Acerca de una columna de Aldo Mariátegui

Cubierta del Huáscar, después del combate en punta angamos

Aldo Mariátegui ha escrito en su columna un texto sobre lo que para él significa el Combate de Angamos de 1879, la titula Psicología Derrotista (Para leer click acá ), el cual ha motivado este post mío.

"Todos hemos navegado en nuestros sueños en el Huáscar legendario, aprendiendo la congoja y el orgullo de ser peruanos" (Raúl Porras Barrenechea).

Cuando en el  mundial de Francia 98, Paraguay un equipo en desventaja técnica frente a la Francia de Zidane, pierde por gol de muerte súbita, todos en el mundo celebraron más que el triunfo de Francia que a la larga sería campeón mundial, el pundonor con que el equipo guaraní luchó (Término más apropiado que el de jugó) hasta al final sabiendo de sus limitaciones, frente a un rival superior. Como se dice, murieron luchando. Esa vez escuché decir a muchos que en el fútbol perder es una posibilidad igual al empate o el triunfo, no hay más nada; pero que si había que perder, hacerlo de esa forma como la selección de Paraguay, con Chilavert de capitán, era un gusto y un honor. Era una derrota memorable ejemplo de vergüenza deportiva.

Igualmente cuando el che Guevara, en una irresponsabilidad táctica, se lanza a hacer de la selva boliviana un nuevo Vietnam, y cae derrotado frente a un enemigo superior, más que todo por el nulo apoyo que supuso iba a tener apenas se supiera de su accionar guerrillero, como había sucedido cuando desembarcó con el Gramma para hacer la revolución cubana. El solo hecho de lanzarse a exponer la vida por un ideal, y más si la pierde en la empresa, es digno de ser admirado y recordado.

¿Por qué traigo a colación estos hechos? Pues  acabo de leer la columna  de Aldo Mariátegui que curiosamente critica el hecho de conmemorar un combate perdido en los avatares de la guerra, obedece a un pensamiento derrotista, a una psicología de la derrota y no a un pensamiento ganador.

La guerra siempre va a ser una posibilidad del devenir humano, negarlo es desconocer nuestra propia naturaleza. Y es precisamente por la ignorancia o el desconocimiento lo que hace pensar que un sacrificio, aun si se ha perdido,  tiene que ser olvidado. Porque el drama de la guerra no solo brinda la gloria en la victoria sino también en la derrota ¿Y por qué? Pues al ser una posibilidad, latente o no, todo lo que en ella suceda nos puede servir para dejar de ser el animal que somos (nuestra naturaleza) y ser mejores como especie (nuestra cultura) si es que sabemos usarla para bien.

En ese sentido pensar que somos derrotistas al conmemorar un combate que se perdió, nos da a entender que  seguimos siendo el animal que aún no podemos dejar de ser y que no hemos mejorado en nada aún.  ¿Por qué? Porque en las victorias es cuando más se afianza esa animalidad del que podemos imponernos por sobre todo, como un don regalado. Pues es en las derrotas en donde sacamos lo mejor de nosotros para poder lograr objetivos que nos han sido esquivos. Ganar siempre nos llevará a celebrar triunfos y creer en los triunfalismos fáciles, porque pensamos que es algo natural ser ganadores. Haber perdido y conmemorar una derrota que nos ha enseñado que aún en la desventaja tenemos fe en alcanzar la victoria, hará que pongamos el doble de esfuerzo así el triunfo se nos presente fácil o que no perdamos la fe en las circunstancias más adversas. Futbolísticamente hablando muchos afirman que los partidos ganados en el último minuto y con uno o dos jugadores menos, son los que más se disfrutan.

No es derrotista entonces conmemorar un combate perdido, dadas las circunstancias del enfrentamiento. La guerra te da ejemplos que en la vida normal muy pocas veces son realizadas, y menos resaltadas. Sí ya sé, la guerra es la más grande de las animalidades que hemos inventado, pero es un hecho humano y concreto que no podemos evitar, aún. Y tenemos que tenerlo presente siempre y enfrentarlo, porque es el fenómeno humano más dramático y traumatizante de la historia. En se sentido si algo podemos rescatar de ese hecho humano que es la guerra, el ejemplo de Grau es conmemorable, porque aún en la desventaja, y con errores que se le achacan, tuvo que enfrentar a buques superiores en número y armamento. Pudo haber huido, aunque se dice que era imposible huir, pero eso no está dentro de lo que se conoce como dignidad.

Pues bien, esa guerra contra Chile (País al que tengo un gran cariño y donde tengo amigos de verdad) nos encontró divididos, mal preparados y desarmados. Estoy seguro que en 1879 los que tenían esa mentalidad triunfalista como para lanzarnos a una guerra de manera irresponsable, por no haberse preparado lo suficiente, ya que como he afirmado una guerra es una posibilidad latente, fueron los primeros en abandonar el país cuando la derrota estaba vista.  Porque si Grau hubiera pensado como Mariátegui cuando se refiere al Huascar: “ese pequeño y obsoleto barquito”. Pues nadie hubiera salido a enfrentar a los chilenos en el mar y frenar un desembarco terrestre durante meses, dejando el camino fácil tal como hicieron en Arequipa cuando la declararon ciudad libre y no enfrentaron a los invasores ¿No es esta una verdadera mentalidad derrotista? 

O como afirma sobre la batalla de Arica lo siguiente: “fue un incidente bélico muy menor, un mero trámite para cerrar la pinza Tacna/Tarapacá y que los chilenos consoliden la conquista de nuestro sur extremo tras la total destrucción del ejército regular peruano en el Alto de la Alianza y en la campaña de Tarapacá (es más, la paz debió firmarse tras Arica y ahorrarnos varios años más de destrozos. Ya no había nada más que hacer en esa guerra sin tener ya flota ni ejército)”. Primero que las tropas peruanas en Arica eran una posición estratégica que se encontraba en medio del ejército chileno, al cual no los dejarían avanzar. Segundo nunca tuvimos flota, porque los dos únicos buques blindados eran la Independencia y el Huáscar,  y ya sabemos cómo terminó el primero. Tampoco teníamos ejercito desde el inicio de la guerra, y lo que se pudo armar no fue destruido en el Alto de la Alianza ni en la campaña de Tarapacá, porque aparte de los que defendían Arica había una buena dotación de soldados acantonados muy cerca a lo que se llamó el Segundo Ejército del Sur que constaba de cerca de tres mil hombres, aunque mal armados era una fuerza considerable. Más aún que si revisamos los desesperados telegramas que el coronel Bolognesi enviaba al jefe de este ejército, coronel Leiva, al cual no le pedía atacar sino “Jaquear” a los chilenos, posicionándose cerca de Arica, nos daremos cuenta que realmente fueron abandonados a su suerte, porque nunca le respondió los telegramas (Pueden leer esos mensajes de Bolognesi, clickeando acá).  Lanzar estas afirmaciones desconociendo u ocultando información de este tipo es realmente irresponsable.

Pero yendo al asunto la propuesta que Mariátegui lanza en este artículo es propia de cobardes. (la paz debió firmarse tras Arica y ahorrarnos varios años más de destrozos) Si Vo Ngnuyen Giap hubiera pensado de esa forma, a la primera derrota hubiera dejado de luchar y nunca hubiera derrotado a los franceses en Diem Bien Phu, ni a los norteamericanos en la guerra de Vietnam. O que Cáceres resista en la sierra haciendo que al ejercito de ocupación se le venga el desabastecimiento, porque para Chile no estaba en sus planes mantener un ejercito de ocupación. Y tuvieron que buscarse un traidor como Iglesias que firmará la paz entregando Tacna y Arica. Si la resistencia hubiera continuado la crisis hubiera hecho que Chile se retire sin condiciones (Como los gringos en Vietnam), porque no iban a poder solventar un ejercito en el Perú, cuando su objetivo principal no era llegar hasta Lima, sino las provincianas salitreras de Bolivia.

En ese sentido el artículo de Aldo Mariátegui es fallido en sus apreciaciones, y tiene todas las del pensamiento derrotista. Aparte que como habrán notado yo uso la palabra conmemorar que es como oficialmente se conoce al sacrificio de Grau y sus hombres, un día como hoy. Conmemorar que viene de recordar un hecho, para sacar algo provechoso de ello. Y no celebrar que viene de hacer una fiesta alegremente, como consigna en su artículo. Porque de lo que se trata es de recordar y no de festejar el combate de Angamos. Para recordar que hubo hombres que dieron su vida por una causa o un valor que muy pocos creemos hoy en día. ¿Acaso es tan difícil de entender la diferencia en el significado de los términos?

Prueba de ello es que aún la armada chilena guarda como reliquia y como museo al valor de los que ahí murieron al “barquito obsoleto” llamado Huáscar, y no a los triunfantes blindados Cochrane y Blanco Encalada. Porque saben que ese “barquito” está lleno del sacrificio de los que ahí lucharon, tanto peruanos como chilenos. Hasta entre los que una vez fueron enemigos, hay ese respeto por la memoria.

Como dije párrafos arriba, por reclamar triunfalismos desmereciendo el valor de hombres que murieron peleando aun sabiendo que no iban a ganar, le salió a Mariátegui el verdadero espíritu derrotista que tuvieron esos cobardes que abandonaron el país cuando el ejército chileno iba avanzando por territorio peruano. El mismo que hoy, 139 años después, es el espíritu entreguista con que ofrece al país al mejor postor, en su columna de opinión.

miércoles, 2 de octubre de 2013

THE SAD SHOW. A propósito de la señorita Laura en México.


 THE SAD SHOW


A principio de los noventa, tenía un amigo del barrio que coleccionaba comics que podías encontrar en las veredas de Lima. Tenía los CREEPY, 1984, ZONA 1994, y entre otros también tenía al JUDGE DREDD (Juez Dredd). Sí ese mismo cuyo lema era IAM THE LAW, es decir YO SOY LA LEY (Por cierto hay dos películas basadas en ese personaje. La primera con Silvester Stallone, pero creo que la segunda versión es mucho más cercana al espíritu del comic. Y la banda Anthrax tiene un tema llamado I am The Law) Bueno la cosa en que una de las revistas del Juez Dredd que le gorreaba  al amigo en mención, traía la historia de un chico gordo, con granos, sucio y glotón que no tenía a nadie en  el mundo.

Este muchacho se había  presentado a un programa llamado algo así como THE SAD SHOW o el Show de la Tristeza, el cual consistía en narrar frente a cámaras la historia más desdichada, miserable y triste que pueda vivir una persona. El conductor era un tipo que dramatizaba lo que ahí se contaba y apelaba al corazón de los televidentes para que votaran por el desdichado. El premio, obviamente, era en dinero e iba aumentando conforme la historia aumentaba en tragedia. Cuanto más triste y trágica era, más plata ibas ganando de acuerdo a los votos y donaciones que hacían los espectadores. Acompañaban en el escenario una especie de coristas que cantaban canciones tristes con sendos pañuelos con que se secaban las lágrimas y vestidas de negro, como viudas del siglo XIX. El hecho es que este muchacho era un loser total, una tragedia metida dentro de un overol de jean con un enjambre de moscas volando encima de sus grasosos cabellos.

El programa tenía un gran rating dentro de ese mundo apocalíptico del Juez Dredd. Y el chico fue realmente una sensación de THE SAD SHOW, convirtiéndose en una celebridad, pero sin poder cambiar la tristeza que le perseguía. Ni el dinero que había ganado, que lo podía sacar de una existencia miserable, lo alegraba. Sólo pudo ser redimido cuando ayudaría a salvar a la megaciudad de uno de los muchos peligros que la acechaban. El perdedor, el gordo, el apestoso, pudo ser feliz cuando hizo algo realmente de valor, y se habría de convertir en un héroe, lo que no había hecho el dinero que había ganado. Al final del capítulo le harían un monumento por este acto.

Recuerdo que me quedé pensando sobre el tipo de programa que el comic anticipaba. Porque hasta ese momento no existían, al menos en el Perú, programas de ese tipo en que el descaro de usar el dolor ajeno, la desgracia humana, para tener rating era evidente. Y me imaginaba que seguro en Estados Unidos (país en que se inspira el Juez Dredd) ya estaban dándose ese tipo de programas. Y yo, un estudiante de periodismo, lamentaba hasta dónde llegaba la deshumanización de los medios de comunicación, por el dinero.  Pero guardaba alguna esperanza de que nunca iba a ver en la pantalla chica, a un ser humano llorando a cambio de unas monedas. Pobre chiquillo. No pasaría mucho tiempo cuando empezó el boom de los Talk Shows. 

Lo que pude determinar, a través de la lectura de ese cómic, fue que el contexto del mundo post guerra nuclear en que estaba ambientado el Juez Dredd donde una sociedad totalmente violenta, corrupta y podrida desde sus cimientos, solo podía mantener la paz social a través de una policía, que ya no era tal sino jueces de la calle que luchaban contra el crimen aplicando y sentenciando penas por el más mínimo delito. Obvio que no existían derechos para los ciudadanos mientras no infringieras  lo que para estos jueces era la ley, es decir ellos mismos: YO SOY LA LEY.

En ese sentido, dentro de ese mundo alucinado, el programa THE SAD SHOW era producto de una sociedad decadente, en donde las personas se regodeaban viendo a seres patéticos contar sus miserias, despertando el morbo de los demás miembros de la sociedad, quienes al conmoverse apelaban a la caridad cristiana de la limosna y le entregaban lo que pensaban era el único paliativo para que mejore su triste existencia: el dinero. El éxito de THE SAD SHOW se establecía de antemano porque esa sociedad la promovía desde sus más altos estamentos hasta el último ciudadano.

Entendiendo bien este punto, años después Alberto Fujimori instauraría la cultura de la prepotencia y el no respeto a las formas. Lo que se vino a llamar CULTURA COMBI (Nunca hubo mejor metáfora que esta), para miseria de la sociedad peruana… y esta penosa situación generaría, lo que ese  idealista estudiante de periodismo pensaba que nunca pasaría, que un THE SAD SHOW se instaurara en el Perú,  sólo que llevaría por nombre LAURA EN AMÉRICA.