viernes, 10 de abril de 2009

CRUCIFICADOS POR EL SISTEMA


Foto: MRR

Caminaba por esa larga avenida sin que vislumbre el final del asfalto. Encorvado como si cargara una cruz pesada de culpas y decepciones. Pregonando aún el amor que guardaba su corazón y recibiendo una que otra mirada de indiferencia o de asco o de odio o de rechazo.

Arrastrando los pies por las sucias veredas de esa ciudad que hacía algún tiempo lo había visto llegar. Montado en sus ilusiones y esperanzas. En la confianza de que recibiría el mismo amor que él pensaba entregar. Hasta que la realidad comenzó a matarle el corazón.

Entre mercados y jirones atestados de gente como él, sus semejantes, pensó encontrar una muestra de solidaridad. La tuvo. Mientras tuviera algo que ellos pudieran sacarle. Y él, pobre, confiado, fue dando todo lo poco que tenía, a veces pensando en sí, otras pensando en el otro, creyendo que si uno da, recibe; que la reciprocidad es causa común en los seres humanos. Pero no. La gente te quita, te quita y te quita, pocas veces te da. No dicen que el que presta es un tonto, pero el que devuelve lo es más.

Y así fue yendo de tumbo en tumbo hasta llegar a los infiernos de las calles más depravadas, más enfermas, más abyectas. Entre enfermos del alma y la mente, entre carroñeros de la miseria, entre las egoístas de lo precario, entre los comerciantes de la mendicidad. Entre las condiciones muy humanas de lo decadente, donde un animal es más digno Ser, que el llamado rey de la creación.

Y así con todo, no fue parte de eso, se mantuvo fiel a su palabra y a lo que su corazón le dictara, lo que es bueno y lo que es malo. Pero de tanto aguantar abuso, se apartó de todo lo humano, y todo lo que el sentía se fue perdiendo en el mar agitado de su pena. Y de tanto pensar y llorar se le fue el alma, cuando un día vio todo tan claro, tan transparente, como una luz que llega del cielo y te ilumina tanto que te llega a enceguecer, para siempre. Y así dejó que las calles lo llevaran de un lado para otro, hablando lo que nadie le iba a entender, predicando lo que nadie le iba a escuchar.

Y así, solo, se encerró en su mundo de miradas vacías y profundas, creyendo que nunca le había pasado nada, sintiendo que el tiempo avanza de atrás para adelante nunca al revés. Que el cortaba los días y los años con su mirada de navaja, o que se habían estancando confundiéndose en una mazamorra de segundos, horas, días, meses y años. Es decir el vivir en el aquí y el ahora, sin pensar en que mañana puede ser, o pasado quizás.

Solamente mirando el horizonte de una vida perdida, frustrada, alienada, y aunque parezca contradictorio, una vida inclaudicable, pero lamentablemente, crucificada por el sistema.

2 comentarios:

Las Cosquillas del Lobo dijo...

Pues sí... Sin resurrecciones de tres días además...

Anónimo dijo...

SIGUE ESCRIBIENDO!! NO TE PIERDAS..

Pamela Death